domingo, junio 27, 2004

Alguien despierta en un espacio extraño

Fue una despedida que no olvidará jamás. No había ausentes, todos sus amigos y familiares estaban ahí.
Duró hasta las cinco de la mañana y cuando su cabeza comenzó a girar etílicamente se fue a dormir. Tenía ocho horas hasta la partida a Nueva York, comenzaría una nueva vida lejos de todos pero cerca de sí mismo.
Sonó el despertador. Ya son las dos de la tarde. Me levanto y, como puedo, abro los ojos. Juro no tocar nunca más una botella. Me duele mucho la cabeza, estoy mareado. ¿Y eso? ¿Una máscara?
No, definitivamente no era una máscara.
Vicente veía una cabeza de toro, sólo una cabeza sobre un hombre gritándole a la luna.
Sus experiencias con las drogas lo habían hecho usuario permanente de fantasías incomprensibles.
No se asustó, dio dos pasos a la derecha y, buscando su reloj, casi pisa al hombre que descansaba en el piso, esquivó su brazo, el que empuñaba un filoso cuchillo, y siguió caminando.
La luz del techo lo dejó ver claramente un caballo, Vicente quedó atónito. Se refregó los ojos, pasó por debajo del relincho y siguió camino hacia la posible salida.
Una persona sin sexo miraba fijamente la lámpara, tan concentrado estaba que no escuchó la pregunta.
“Buen hombre, pierdo el avión ¿cómo salgo de acá?”
La ventana estaba abierta y el viento entró con una vela.
Agachado, Vicente pasó entre las piernas del asexuado y divisó a lo lejos a la última persona que habitaba en este surrealismo extraordinario no pacífico.
Huésped de un lugar anormal.
Cruzó un hombre ahogándose y por distraerse chocó con algo. Era una P gigante.
Dio dos pasos hacia atrás y leyó en voz alta: PABLO PICASSO.

s x f . -

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